Motown no fue un sello más: fue una usina de canciones que atravesaron fronteras, derrumbaron barreras raciales y cambiaron para siempre el curso de la música popular en Estados Unidos. Desde Please Mr. Postman de The Marvelettes, el primer número uno en 1961, hasta las revoluciones melódicas de Stevie Wonder en los 70, Motown colocó decenas de canciones en el Top 10 del Billboard. Y lo hizo en una época en la que la segregación todavía marcaba las calles y el acceso a los medios de difusión estaba reservado mayoritariamente a artistas blancos. Cada hit no era solo una victoria musical: era un desafío a un sistema que se resistía a aceptar que la “música de negros” podía definir el sonido de toda una nación.
Mary Wells con My Guy (un millón de copias en 1964), Marvin Gaye con I Heard It Through the Grapevine (2,5 millones en 1968), The Supremes con Baby Love y Stop! In the Name of Love , los Jackson 5 con su seguidilla imbatible de éxitos juveniles, llenaron listas y casas de discotecas. Si sumamos las ventas verificadas con el alcance posterior en reediciones y plataformas digitales, el catálogo completo de Motown se acerca a lo que podríamos llamar una cifra inabarcable: rozando el infinito, porque cada generación vuelve a escuchar estas canciones y las multiplica en nuevas reproducciones.
Berry Gordy, fundador de Motown Records.
Lo que sorprende es cómo, a pesar de semejante volumen de éxito, Motown rara vez es tratado con la misma reverencia mediática que los Beatles, los Stones o Elvis. Mientras las biografías y documentales sobre el rock blanco copan la cultura popular, la épica de Detroit suele ser reducida a una nota al pie, como si se trata de un fenómeno pasajero. El archivo vivo de éxitos de Motown merece otra lectura: no solo como negocio, sino como revolución cultural que puso en jaque a la hegemonía blanca de la industria. Desde el primer acorde, "Tough is the Way" juega con la percepción del oyente.
Archivo histórico de éxitos y ventas
Nota: Cifras estimadas a partir de reportes históricos, reediciones y recopilaciones posteriores.
El racismo detrás de la promoción musical
En los años 60, hablar de “música negra” era casi un estigma en los grandes medios de comunicación. Las disqueras dominadas por blancos, con sede en Nueva York o Los Ángeles, destinaban presupuestos millonarios a promocionar artistas folk, country o rock blanco. Mientras tanto, Motown, desde Detroit, debía abrirse paso con recursos limitados y afrontar la discriminación estructural que impedía que artistas afroamericanos aparecieran en televisión o sonaran en radios mainstream sin ser filtrados.
Lo más irónico es que mientras la prensa llamaba a este fenómeno “race music”, los adolescentes blancos del país entero compraron los vinilos de Smokey Robinson, bailaban con The Four Tops y gritaban por Diana Ross. El mercado juvenil rompía las fronteras que los ejecutivos querían mantener. Motown fue la primera gran grieta cultural en esa muralla: demostraba que el sonido de la calle, el gospel convertido en pop, el soul convertido en balada, era capaz de vender tanto o más que cualquier banda de rock británica.
Pero incluso con la evidencia, el aparato de legitimación cultural —premios, revistas, rankings de críticos— nunca ubicó a Motown en el mismo pedestal que a sus contemporáneos blancos. Esta es la deuda pendiente que aún hoy cargamos: reconocer que la música afroamericana no fue la “inspiración” del pop moderno, sino su corazón mismo. Sin Motown, no habría existido ni Michael Jackson como ícono global, ni la sofisticación armónica de Stevie Wonder, ni el alma politizada de Marvin Gaye. Y, sin embargo, esa narrativa sigue sin ocupar su lugar justo en la memoria cultural.
Cronología de un sonido imparable
1961: Las Marvelettes hacen historia con Please Mr. Postman , el primer número uno del sello.
1964: Mary Wells se convierte en la primera gran solista de Motown y logra un millón de copias con My Guy .
1965: The Supremes acumulan número uno tras número uno, rivalizando en popularidad con los Beatles.
1968: Marvin Gaye rompe récords con I Heard It Through the Grapevine .
1969–1971: The Jackson 5 lanzan una seguidilla histórica de éxitos juveniles ( I Want You Back , ABC , The Love You Save , I'll Be There ) que convierte al sello en un fenómeno global.
1964: Mary Wells se convierte en la primera gran solista de Motown y logra un millón de copias con My Guy .
1965: The Supremes acumulan número uno tras número uno, rivalizando en popularidad con los Beatles.
1968: Marvin Gaye rompe récords con I Heard It Through the Grapevine .
1969–1971: The Jackson 5 lanzan una seguidilla histórica de éxitos juveniles ( I Want You Back , ABC , The Love You Save , I'll Be There ) que convierte al sello en un fenómeno global.
Esta cronología no es solo una sucesión de cifras: es la demostración de que Motown estaba a la altura de cualquier sello global en impacto comercial y cultural. En una década, pasó de ser un proyecto independiente de Berry Gordy en Detroit a convertirse en una máquina de hits que moldeaba la identidad cultural de Estados Unidos.
Mientras tanto, artistas blancos con menor alcance de ventas eran elevados a la categoría de “leyenda”. La historia oficial, una vez más, le jugó en contra de quienes pusieron la piel, el talento y el alma para transformar la música.
Los héroes invisibles: James Jamerson y los Funk Brothers
Motown no habría sonado como sonó sin James Jamerson, bajista de los Funk Brothers. Tocó en más de 60 éxitos que llegaron al Top 15 y en al menos 23 números uno. Sus líneas de bajo no eran acompañamiento: eran melodías dentro de la melodía, un segundo corazón latiendo debajo de la voz principal. Basta escuchar My Girl de The Temptations o I Was Made to Love Her de Stevie Wonder para notar que la verdadera magia está en esas líneas que caminan, saltan y suspiran con cada acorde.
Jamerson grababa de noche, a menudo en una sola toma, y casi nunca fue acreditado en los discos. Se cuenta que grabó What's Going On acostado en el suelo, enfermo, tocando con la mano derecha apenas lo suficiente para completar la toma. Y sin embargo, esa línea de bajo se convirtió en una de las más recordadas de la historia. Su anonimato fue el precio del sistema de estudio: los músicos eran “obreros del sonido” invisibles. Pero hoy sabemos que sin Jamerson, el Motown Sound no habría existido.
James Jamerson y el baterista Uriel Jones en 1964 en el club de Detroit "Blues Unlimited".Cortesía de The Funk Brothers - Artisan Entertainment
El propio Paul McCartney lo reconoció años más tarde: "Jamerson es mi mayor influencia. Todo lo que hice en el bajo en los Beatles viene de escucharlo a él". Cuando el bajista más famoso del rock blanco señala a un músico afroamericano invisible como su maestro, la historia debería reescribirse. Y, sin embargo, Jamerson murió prácticamente en el olvido, sin haber recibido el crédito en vida. A su lado, los Funk Brothers —Bob Babbitt, Tony Newton, Eddie “Bongo” Brown— sostuvieron ese edificio sonoro que dio forma a una era.
Motown como legado
Motown es mucho más que un sello. Es la prueba de que la música afroamericana no solo podía competir, sino dominar el mercado mundial. Es la historia de artistas que, con todo en contra, lograron que su voz se escuche en cada radio, en cada casa, en cada esquina. Es el legado de una ciudad obrera, Detroit, que exportó al mundo no solo autos, sino cultura y dignidad.
Si hoy entendemos el pop, el soul y el R&B como lenguajes universales, es gracias a Motown. Y si hoy cuestionamos la forma en que se cuenta la historia de la música, es porque hay que devolverle su lugar. No como un “capítulo especial” dentro del relato blanco, sino como el núcleo, la chispa que subió todo lo que vino después.