Pogo en el living de casa: Quilmes Rock y Coachella, un finde de festivales en patas

HOME

Todo empezó el viernes a la noche, cuando había terminado de ver boxeo y una notificación me sacudió el scrolling: Catriel y Paco tocan en instantes en el Coachella. No hacía falta más. Salté del sillón al control remoto, abrí YouTube, busqué el canal del festival californiano y puse el canal principal. Y ahí estaba: el pop star del momento, Benson Boone, jugándola de Freddie Mercury en una versión sorprendentemente digna de “Bohemian Rhapsody”. Todo en directo.

Lo increíble no fue eso: de repente, del suelo se abre una compuerta y aparece Brian May, en vivo, en el escenario, a tocar el solo de una de las canciones más bellas de todos los tiempos. El mismo Brian May, con su icónica Red Special y su blanca cabellera. En ese instante, con un bong a medio camino y algo que sobró de la cena entre los dedos, supe que este iba a ser un fin de semana inolvidable.


Y no lo digo en joda: vi dos de los festivales más importantes del continente desde el sillón de mi casa, entre paseos con los perros y visitas al baño. Coachella (California) y Quilmes Rock (Buenos Aires). Dos mundos distintos, una pantalla y una confusa experiencia doméstica.

 

coac

De California a Tecnópolis

El Coachella 2025 lo seguí por YouTube, con cinco canales distintos según el escenario. El Quilmes Rock, por Disney+. Mi tele comprada para el Mundial de Messi fue el escenario de lujo.

Así la pasé, viajando de un canal a otro, tipo DJ de living, entre artistas que me rompieron la cabeza (Bob Vylan, Japanese Breakfast, Amyl and the Sniffers), clásicos que me devolvieron a mis 20 (Basement Jaxx, Green Day) y leyendas que creí que jamás vería en vivo ni en diferido (The Original Misfits, tocando con todos sus miembros originales).

Entre show y show, la vida continuaba por fuera del sillón. La cara de mis perros pedía un paseo urgente, antes una escala por el baño, otro termo para otros mates, y volvía a la acción.

Había algo profundamente hermoso (y perturbador) en verme en patas, en pijama, viendo cómo Travis Scott lo daba todo hasta levitar sobre una nube de humo industrial, con visuales que parecían un agujero negro con LED. Todo mientras yo comía mi única inversión de la tarde: unas medialunas del día anterior.

Los shows que me volaron la cabeza, en medialunas

COACHELLA 

Empecemos por Green Day, que arrancaron con “Bohemian Rhapsody” de Queen y “Blitzkrieg Bop” en los parlantes, mientras un gorila gigante recorría el escenario. A los cinco minutos ya estábamos en “American Idiot” y de ahí todo fue punk californiano, con guiños a Sabbath, Ramones y hasta The Clash. Lo premio con 4 medialunas para ellos.

En diferentes momentos, pude “ver” a Viagra Boys y Amyl and the Sniffers, dos bombas de sudor, ruido y descontrol. Posta, ojalá vengan pronto. Cinco medialunas se ganaron.

Catriel y Paco Amoroso se llevaron todas las facturas, representando al sur del mundo con un show variadísimo: jazz, trap, reggaetón, reggae, temones nuevos y viejos. Y como si fuera poco, se sumaron a la orquesta de Gustavo Dudamel (sí, el mismísimo LA Philharmonic) para tocar una versión sinfónica de "La que puede puede". ¿Real? Sí. ¿Extraño? También.

Basement Jaxx me devolvió a los días de boliche con “Red Alert” y “Where’s Your Head At?” (ese es el nombre, por cierto). Fiesta pura, sin pretensión. 4 medialunas también para ellos por hacerme viajar a mi época más festiva.


Por último, Arca con Tokischa, Rema, Jimmy Eat World, Japanese Breakfast, El Malilla, Dillom diciendo "yo soy el rock" en el Quilmes Rock… la lista no termina más.

QUILMES ROCK

Del lado del Quilmes, Miranda! hizo un show espectacular entrando con un cisne motorizado entre la gente, que fue toda ganancia. Los clásicos no pararon de sonar y encima entró Lali para hacer de las suyas. 4 medialunas.

El otro que la rompió toda fue Dillom, con su trap nacional, rockero, moderno y oscuro, que llenó de pibes y pibas un festival que, en su escenario principal, tuvo algunas carencias de actualidad y mucha leyenda. 5 facturas.


Me quedé con ganas de ver a Andrés Calamaro, que no quiso saber nada con que su show en el Quilmes Rock sea transmitido. Una lástima.


La banda uruguaya-argentina No Te Va Gustar la rompió toda en el escenario del Quilmes con todos sus clásicos y repleto de guiños a la actualidad del país que vio nacer a su cantante. Y hoy, aunque le duela el presente, siempre hay lugar para cantar que “mañana va a ser un gran día”, te lo dice él. 5 medialunas para ellos.

Los Ratones Paranoicos y Babasónicos fueron otros puntos altos del festival argento, aunque fueron de menor a mayor. Tanto a Juanse como a Adrián Dárgelos los primeros temas parecen costarles más que todo el resto. 4 medialunas para ellos.

Feli Colina, Zoe Gotusso, Horvilleur: todos shows de 5 medialunas y 5 estrellas, de lo mejor de la tarde bonaerense, con ritmos autóctonos y no tanto, pero siempre haciéndote bailar estés en el living, en la cocina o al lado del escenario.

La parte mala de todo festival la tuvo HORCAS, cuando su cantante —no se sabe si cansado o bajo algún efecto extraño— salió a insultar a la organización del festival y denunció que “no saben cómo hacer sonar a una banda metalera”. 4 medialunas para la banda, 1 para Mesa por su denuncia, que no era para tanto.


quilmes


Un festival en bata

La experiencia de vivir un festival desde casa tiene algo hermoso y contradictorio: escuchás y ves todo bárbaro, no te perdés ni un solo detalle del escenario, y sin embargo... no estás ahí. Pero tampoco estás acá del todo.

¿Qué sos cuando soltás el control remoto justo en el momento en que Brian May aparece de la nada para tocar el solo de Bohemian Rhapsody? ¿Qué sos cuando ves a Missy Elliott en vivo mientras tu perro ladra porque quiere salir a pasear?

Y lo más extraño: todo eso que viví... ya no está. Coachella bajó sus shows de YouTube. Lo que vi existe solo en mi cabeza. ¿Estuve en Coachella 2025? Sí. ¿Estuve en el Quilmes? También. ¿Puedo probarlo? No. Pero lo vi. Lo viví. Está en mi memoria.

Como un sueño raro y feliz que duró tres días, con luces, bajos graves, calor humano virtual, y músicos que no saben que yo estuve ahí con ellos. Aunque haya sido desde el living de casa. En patas. Con la bata puesta.